SALMO 5, 2-10. 12-13
Oración de la mañana de un justo perseguido
2Señor, escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
3haz caso de mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío.
A ti te suplico, Señor;
4por la mañana escucharás mi voz,
por la mañana te expongo mi causa,
y me quedo aguardando.
5Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
6ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
7destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
8Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
9Señor, guíame con tu justicia,
porque tengo enemigos;
alláname tu camino.
10En su boca no hay sinceridad,
su corazón es perverso;
su garganta es un sepulcro abierto,
mientras halagan con la lengua.
[11Castígalos, oh Dios,
que fracasen sus planes;
expúlsalos por sus muchos crímenes,
porque se rebelan contra ti.]
12Que se alegren los que se acogen a ti,
con júbilo eterno;
protégelos, para que se llenen de gozo
los que aman tu nombre.
13Porque tú, Señor, bendices al justo,
y como un escudo lo rodea tu favor.
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